lunes, 24 de mayo de 2010

"El estreno en la MET"


Pasada la XVII edición de la MET, recuperamos un artículo del jovencísimo componente del Grupo Arlequín Juanma Figueroa, escrito en el año 1997. En él se recoge el sentir de un niño un día de estreno en la Muestra. A disfrutarlo:

Dos días antes de estrenar ya empiezan a surgir algunos nervios, que aún puedes disimular con cierta facilidad. Llega la noche y tardas en dormirte, algo pasa, algo estás esperando y no llega. Te levantas y piensas que mañana has de estrenar con tus compañeros. Ya empiezas a actuar con prisas, tienes ansiedad por ver todo este preparado y listo para empezar. Es hora de ir con el grupo y ultimar pequeños detalles; transportar el decorado al salón, montar las luces, comprar algunas cosas para el maquillaje y aclarar pequeñas dudas. Todo está montado, todo está preparado para mañana, ahora a esperar que llegue la hora.

Hay que descansar, llega la noche y a dormir…pero los nervios lo impiden. Multitud de pensamientos rondan tu cabeza: ¿habrá público?, ¿lo haremos bien?, ¿le gustara a la gente?, ¿se ha olvidado algo?. Todas estas y más preguntas te impiden el sueño y la noche se hace eterna. Suena el despertador y rápidamente saltas de la cama. Vas corriendo a ducharte para estar despejado, te arreglas lo más rápido posible, coges tu vestuario y, apenas sin desayunar, te diriges hacia el local. En esos momentos no piensas en nada, solo en lo que se avecina y deseas que todo salga bien. Llegas y te reúnes con el grupo, todos están nerviosos, pero todos intentan no contagiarlo a los demás y mutuamente nos tranquilizamos. Sin perder tiempo alguno, empezamos a vestirnos, hay que darse prisa.

Se escuchan las voces del público, ya llegan, falta poco para empezar, los nervios se disparan. Todo esta preparado, faltan 5 minutos. El grupo forma un corro e intenta tranquilizarse, todos estamos respirando. Solo quedan 2 minutos. Emocionados unimos nuestras manos y alzamos nuestro grito. Se apaga la luz. Cada uno, corriendo, se dirige a su sitio; 1 minuto. Todos nerviosos, impacientes esperando que el patio de butacas guarde silencio y de comienzo la función. El salón está completamente en silencio, se oye una voz, que anuncia al grupo y presenta la obra. ¡por fin! Comienza la obra. Se encienden las luces, el que esté en escena ya en su papel. Pierde los nervios y se olvida de todo, solo piensa en su personaje, en lo bien que lo va a interpretar y en lo feliz que va a estar mientras dure la función. Otros todavía entre bastidores, siguen nerviosos y realizando esfuerzos por tranquilizarse.

Terminó la obra y el público aplaude, aplauso fuerte y agradece al grupo el buen rato que han pasado. Hay que saludar. Todos en escena devuelven el aplauso al público. Una sensación de satisfacción, felicidad, alegría y emoción invade tu cuerpo en esos momentos. Has presentado la obra y todos están contentos. Bajas al salón de butacas y recibes multitud de felicitaciones.
Esta es la recompensa después de haber trabajado con esperanza durante un año y haber montado la obra. Una recompensa que es difícil olvidar y, que desde luego, te gustaría volver a conseguir.

Juan Manuel Figueroa Perea
Coordinador taller de Teatro Arlequín
27 junio 1997

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